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SOBRE CUIDADANÍA

por  Sara Liponezky  –  

En este siglo que sorprendería al propio Discépolo, inspirándole una creación seguramente superadora de su magistral y emblemático Cambalache, se acaba de inventar la palabra: “cuidadanía”. Parece ser uno de los resultados no despreciables de esta pandemia que azota a la humanidad. Es una síntesis expresiva de la solidaridad en el cuidado que se reclama y proclama, como una estrategia inevitable ante un virus de enorme contagiosidad. Y en realidad no solo es un anagrama del término “ciudadanía” sino que tiene consistencia conceptual con esa cualidad. Porque ser ciudadano en una democracia es una verdadera dignidad, jurídica, política y social. Implica derechos y obligaciones en el marco de la convivencia en comunidad, es una habilitación para incidir en el destino de esa comunidad.

Cabe recordar que en sus orígenes y en la historia de algunas culturas como la romana, esa jerarquía no alcanzaba a todos los habitantes por igual, era reservada según la posición económica y solo para los varones. A propósito opinaba Aristóteles: “El que es ciudadano en una democracia con frecuencia no es ciudadano en una oligarquía. . .” Felizmente, en la Argentina de la democracia que supimos recuperar, los ciudadanos ejercen sus derechos cabalmente y con un creciente nivel de participación. Quizás, en ese status, la solidaridad social significa un ascenso, en el proceso de perfeccionamiento de la democracia y del ser humano en su condición de “ser social”. Interesante también con respecto a la tensión que algunos plantean en medio de esta tragedia sanitaria, entre autonomía y adhesión a las reglas sociales. Pautas que son tan nuevas, impensables y difíciles de adoptar como la pandemia misma. Pero tan inevitables y necesarias como dar respuesta a tan brutal y desconocido mal. Y así como resulta problemático ostentar riqueza en una comunidad ofensivamente desigual, donde la pobreza es un dato de la realidad, parece imposible desplegar sin límites nuestra autonomía en un contexto de enfermedad colectiva. Porque somos enteramente humanos con otros, la suerte individual no se sostiene al margen del conjunto.

Y el nuevo término, que deriva de “cuidado” de género masculino, se convierte en femenina porque desde el inicio de la historia y de nuestras vidas, tiene que ver con lo maternal, con la dedicación que la mujer ha puesto en el cuidado de la prole. Es amoroso, generoso, inspira grandeza y nos enriquece. Ojalá que superado este tiempo oscuro quede instalada para siempre en nuestro lenguaje y en nuestra razón, como un aporte a la cultura de los argentinos para vivir y convivir mejor.

 

 

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